·
En
los orígenes la prohibición de desear o apoderarse de la mujer del prójimo
tenía mucho que ver con la herencia y.
la transmisión de la propiedad. No creo que los adulterios hayan sido muy
perseguidos, ni que tuvieran importancia
entre los pobres que no tenían nada que dejar a sus hijos.
·
La
monogamia no ha sido, desde luego, la única forma de estructura familiar. Entre
los antiguos hebreos y otros pueblos nómadas era normal que el jefe de la tribu
tuviera varias mujeres, que fuera una especie de patriarca. Con el tiempo y con
el mayor equilibrio en la cantidad de hombres y mujeres se tendió hacia la
monogamia.
·
El
deseo sexual, por su fuerza y capacidad de arrastre, ha despertado siempre
restricciones y miedos. Si no se hubiese
limitado, no habría respetado los tiempos del trabajo, ni las relaciones
sociales.
·
Es
una energía muy fuerte, que hay que encauzarla para poder manejarla. Las
diferentes culturas han tratado de
inhibirlo para que no termine devorando todas las posibilidades de la vida
organizada.
·
El
sexto mandamiento es probablemente el que produzca una leve sonrisa a quien lo
escuche. Una sonrisa pícara. Es el
mandamiento que trata del adulterio, de la fornicación —palabra asombrosa—, de
los actos impuros, de todo el mundo del deseo. Abarca los aspectos más variados
de las relaciones familiares, los temas estrictamente sexuales, la fidelidad,
el matrimonio, dentro de parámetros religiosos, morales, con matices sociales,
higiénicos y hasta médicos.
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