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Este
precepto no se puede entender simplemente como «tú no emplearás la violencia de
muerte contra otro», ya que habría que tomarlo de una manera más amplia como
«no causarás por acción u omisión la
muerte de otros».
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El
rabino Sacca amplía el tema: «La traducción exacta del mandamiento es "no asesinarás".
Lo que está prohibido es el asesinato, y cualquier forma de quitarle la vida a
otro individuo, cuando la propia Tora no lo contempla.
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En
cualquier caso, nunca han faltado argumentos para justificar muertes y
crímenes. Frente a estas circunstancias
se alza esta súplica, esta exigencia de «nunca más». Quizá sea mucho pedir que
«nunca más» se cometan crímenes y violaciones.
Pero no que «nunca más» se intente justificar, legitimar, convertir en decentes asesinatos y abusos.
«Nunca más» se incurrirá en la legitimación de la muerte.
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Matar
significa introducir un principio antisocial por excelencia dentro de la
comunidad. La sociedad se basa en la confianza mutua de quienes la componen.
Los que están en ella deben ser socios, cómplices en la vida, y no deben
transformarse en los enemigos que la amenazan y la destruyen.
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Si
consideramos que la vida humana está en manos de Dios, que es una propiedad
divina, que sólo somos usufructuarios o que vivimos de alquiler, entonces no
tenemos derecho a quitárnosla. Otra cosa es si pensamos que la vida es un bien
al que le debemos dar una jerarquía: alta, baja o sin ningún tipo de interés.
El «no matarás», como
la propia muerte, pesa y está presente de forma permanente a lo largo de
nuestra vida. Nos hace preguntarnos por nuestro origen y por nuestro fin, por
nuestras obligaciones respecto de nosotros mismos, por nuestra existencia y por
el mantenimiento de nuestra vida
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