Ø
Por
otra parte, te diré que prohibir desear a la mujer es algo incompleto. A riesgo
de escandalizarte, te diré que la mujer tiene el mismo derecho de desear al
hombre de la prójima. También hay quienes no desean a la mujer del prójimo
porque desean al prójimo.
Ø
Una
feminista diría que la mujer nunca es del prójimo. Una cosa es que en un
momento esté en pareja y otra muy distinta que le pertenezca al otro. Es decir,
ella es de sí misma y por lo tanto puede aceptar o rechazar otras relaciones
porque no pertenece en el sentido posesivo a otra persona.
Ø
Se
trata de un precepto que tiene que ver también con la envidia. Hay veces en las
que algunos hombres se gratifican exhibiendo a su mujer; quieren que otros la
miren, pero luego se ponen celosísimos de ver que los demás la desean. Lo
cierto es que si estuvieran rodeados de perfecta indiferencia y nadie mirara a
la señora se sentirían muy frustrados, pero cuando ocurre lo que quieren
empiezan a sentir una tremenda desazón. El celoso lo está del deseo del otro
que es imposible de aprehender. Se puede poseer un objeto o una persona, pero
no su deseo o los de otros sobre ellos. Casi siempre los celos se relacionan
con la envidia. Pero la diferencia básica es que se siente envidia de lo que
uno no tiene y celos de lo que uno tiene.
Ø
El
tema de la seducción es muy complicado. Muchas veces los seres humanos deseamos
una cosa porque vemos que otro la desea. ¿Hasta qué punto el deseo de uno es el
que motiva que otro a su vez desee lo mismo? Esto es muy frecuente en el juego
amoroso. Por eso se dice que cuando un hombre tiene fama de gran conquistador,
es porque esa idea que tiene la gente de él le ayuda a conquistar.
Ø
La
manera de poseer algo es hacerse uno con ello de manera definitiva. Pero en
lugar de ser una ampliación del amor se trata de una disminución ya que lo
bonito y lo meritorio es que se amen dos personas distintas, no que se conviertan
en una. Eso deja de ser amor y se convierte en egoísmo ya que uno se está
amando a sí mismo. Lo difícil es prodigar el amor a otro, respetando su
integridad y su carácter. Por eso hay que tener en cuenta el poema de Mario
Benedetti cuando dice que tú y yo somos mucho más que dos. Está bien ser más
que dos, pero no menos, siempre hay que mantenerse como dos.
Ø
Una
de las cosas que no puedo entender es qué tiene de malo poder deleitarse ante
una persona hermosa, sea del sexo que sea. Es obvio que en esa contemplación
hay una vinculación con nuestra propia sexualidad. No podríamos considerar
hermosa a una persona, hombre o mujer, si no tuviéramos de algún modo
conciencia de nuestro propio cuerpo y de nuestro carácter sexual. Luchar contra
el deseo que nos produce otro es como hacerlo contra la ley de gravedad. Pero
de ahí a intentar algún tipo de acto impropio con el otro, hay un abismo.