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La
encíclica de la paz de Juan XXIII pacem in
terris del año 1963 comienza con la frase lapidaria: la paz en la tierra,
suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable
que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden
establecido por Dios.
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Una
paz mundial segura depende total y esencialmente de que la vida social,
económica y política, a nivel nacional e internacional, se ajuste a la regla
crítica de la justicia.
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Los
esfuerzos hacia una paz duradera entre los hombres y los pueblos no pueden
reducirse a la esfera de la negociación política, a la acción colectiva y a la
modificación pedagógica de la conciencia y del comportamiento. Sólo pueden
llegar a un éxito a largo plazo sobre el fundamento seguro de un orden social,
económico y estatal justo.
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El
lema de Pio XII sonaba Opus Justitiae pax “La paz es obra de la justicia”, con
él se ha descrito certeramente la amplia obra social y política de este Papa. Él,
a lo largo de su vida, se dejó guiar por la convicción de que entre estos dos
polos, es decir entre la justicia y paz, está el campo de tensión del actuar
social cristiano.
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El
Papa Juan Pablo ll constata una creciente interdependencia mundial de los
hombres y de los pueblos en la esfera económica, cultural, política y
religiosa. Bajo este presupuesto, una solidaridad plena se presenta como el
único fiable camino para la Paz y a la vez para el desarrollo.
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El
amor social no hay que entenderlo como un amor romántico hacia la humanidad o,
como un comunismo de amor social utópico, sino como la conciencia de
responsabilidad social de cada uno, el comprometerse solidario cara a los demás
y la conexión fraternal entre todos.
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