martes, 25 de marzo de 2014

III. SANTIFICARÁS EL DÍA DEL SEÑOR

·         «Santificar las fiestas»... pues muchas gracias. ¡Por fin un mandamiento en el que se nos ordena algo agradable! Es el único caso de tu lista de prohibiciones en la que se recomienda algo divertido: un día de descanso, de fiesta y de satisfacción.
·         El problema de millones de seres humanos en continentes enteros es que están en el paro. Son desocupados y ni se les ocurre pensar en los beneficios del tercer mandamiento porque lo que más anhelan es tener algo que hacer.
·         La idea de un día para santificar y que sea una fiesta ritual para ofrendar al Señor está ligada al concepto de semana. Para los griegos y los romanos cada uno de los días estaba dedicados a un dios determinado.
·         «En el mundo judío había cinco grandes fiestas, planificadas en función de la agricultura, que al parecer estaban copiadas de los cananeos y los fenicios. Estas grandes fiestas, como la de los Tabernáculos, las Pascuas, etcétera, eran de carácter obligatorio y generaban una interrupción en el trabajo, porque la gente debía desplazarse hasta Jerusalén, que era el centro de la celebración».
·         En realidad, la idea de dedicar un día a Dios fue una excusa magnífica, ya que no se podía cocinar, trabajar, ni encender fuego, etcétera.
·         Vivimos en una época en la cual el ocio es más cansado que el trabajo. Por ejemplo, la gente siempre vuelve agotada de las vacaciones, y sería conveniente inventar una forma que permita descansar del descanso.

·         Uno de los sueños más antiguos de la humanidad ha sido que las máquinas libraran a los hombres del trabajo, que fueran una especie de esclavos mecánicos que les permitieran vivir en un ocio creativo mientras ellas se encargaban de todas las labores.

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