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El
primer mandamiento es el más religioso de todos, porque mientras que los demás
se relacionan con cuestiones de comportamiento social y de grupo, éste plantea
una exigencia que la divinidad le demanda al individuo.
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Cuando
se vive en una sociedad multicultural, hay que asumir que se acepta el derecho
a tener religión, y creencias, y esto comporta el hecho de tener que soportar
alfilerazos de la realidad.
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Esto
tiene que ver también con algo que dijo John Stuart Mili: «La única libertad
que merece ese nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino
propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o le impidamos esforzarse por
conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual.
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El
texto del primer mandamiento que figura en el Antiguo Testamento dice: «Se prohíbe realizar esculturas, imagen alguna ni
de lo que hay arriba de los cielos, ni de lo que hay debajo en la tierra, ni de
lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, ni le
darás culto».
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También podemos decir que las religiones
fueron causa de una serie de gestos generosos y valientes. Pero ¿por qué las
religiones han sido incompatibles unas con otras? Todos los hombres de religión
predican palabras hermosas de aceptación a los demás, pero pocas veces sus
actos tienen que ver con su prédica.
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La idea predominante a lo largo de la
historia es que el hombre religioso tiene la obligación de
llevar la buena nueva y tratar de imponerla. Y para lograr estos objetivos se ha
recurrido tanto a mansos pastores como a promotores de la palabra de Dios, o a
fieros soldados cuyo lema fue: «La religión con sangre entra».
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